lunes, 26 de septiembre de 2011

Del nombre

Finalmente, después de participar en el blog de Mr. Pink durante el Festival de Cine de San Sebastián, he empezado mi blog. Por mi entrañable indecisión me costó muchísimo configurar los colores, tema, fondo y sobre todo el nombre. Pero una vez que se me ocurrió este último no tuve necesidad de seguir buscando.

Se me vino a la cabeza este nombre cuando pensaba en las cosas que más me gustan. Y sin duda el libro que comienza con las siguientes brillantes líneas es de aquellas cosas por las que siento una obligación de disfrutar de vez en cuando. De esas cosas que te recuerdan que el mundo no es un lugar tan malo después de todo.

"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo"

Y es este párrafo el que nos abre un mundo sin igual donde se funde fantasía y realidad haciendo que los eventos más inverosímiles se vean con total naturalidad. La historia de los Buendía intrínsecamente ligada a la historia de Macondo, que es al final la historia de cualquier pueblo, ciudad, país e incluso la historia de cualquiera de nosotros. Una historia con un inicio y un final.

A mi padre debo agradecer muchas cosas y entre ellas está esa mañana inolvidable en la que me dejaba en el colegio, yo con 14 años y en segundo curso. Él, en su afán tal vez de que mi conocimiento literario no se quedara en el simple (pero, lo confieso, muy arraigado en mí) Harry Potter, me recomienda Cien Años de Soledad, de Gabriel García Márquez, y descubre para mi esa Latinoamérica mágica que existe más allá de sus dictaduras militares, políticos corruptos, mesías salvadores, FARC y sueños de visa. . Un libro tal vez un poco pesado para mis 14 primaveras pero al que gracias a Dios y a Remedios la Bella no le cogí fastidio sino todo lo contrario. En gran parte creo que mi amor a esta obra de arte debe existir por ver reflejados en Macondo varios pueblos de Ecuador que he conocido en los largos recorridos que he hecho por esa infinita tierra.

Ojalá que lo que escriba en este blog sea lo que se me venga a la cabeza cuando esté frente a ese pelotón de fusilamiento del que todos seremos víctimas, sin importar si somos los vencedores o los vencidos de esta guerra llamada Vida.



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